28 Sept 2012

Un solar de ocio alternativo en el corazón de Madrid




El Campo de la Cebada, espacio gestionado por los vecinos del distrito Centro, prospera como área cultural en el centro de la capital



(fotografía de Manuel Pascual)


Cuando el cómico Pedro Herrera se sube al escenario le tiemblan las piernas. Es sábado 22 de septiembre a las 10 de la noche y ante él hay más de 200 personas, entre jóvenes, abuelos, padres con sus hijos y extranjeros de varias nacionalidades. “Cuando hacía esta función en el teatro no venía nadie a verme y ahora que lo hago aquí de gratis ha venido todo dios”, comenta Herrera al empezar su espectáculo actoral y musical, Persiguiendo a Laura. Se encuentra en el escenario del Campo de la Cebada, un solar situado en la plaza homónima y cedido temporalmente por el Ayuntamiento de Madrid a varias asociaciones de vecinos, que lo han utilizado para todo tipo de espectáculos y proyectos deportivos. Un espacio cultural sorprendente en pleno corazón de Madrid.

“Queremos fomentar el uso de este espacio para proyectos de ocio no consumista. No podemos permitir que este solar quede vacio y abandonado”, comenta Susana, vecina del barrio de La Latina. La Plaza de la Cebada siempre ha sido un lugar emblemático de la ciudad. En 1875, el antiguo mercado modernista de hierro y cristal se convirtió en un punto de encuentro bullicioso y dinámico en el que los madrileños regateaban los precios a gritos, como si de un ritual se tratara. En 1956 se derribó el elegante mercado y se construyó la actual estructura de hormigón, que aún hoy sobrevive como mercado de barrio. Diez años después se levantó el Polideportivo de La Latina, adyacente al mercado. En 2011 el Ayuntamiento de Madrid derribó el edificio, ya obsoleto, y el espacio quedó vacío durante tres años. “Pero algo se ha sembrado y ahora está dando frutos”, comenta Maite, vecina del barrio. En 2011 el Ayuntamiento de Madrid cedió a los vecinos la gestión del solar hasta la construcción del nuevo polideportivo. Hoy, en el espacio cuadrangular de 50 metros de largo por 30 de ancho hay una pista de baloncesto, un escenario con gradas de madera, y un zona cubierta para ensayar distintas funciones.

“Los vecinos hemos dado vida a esta zona. Se supone que la cesión del espacio es temporal, pero se prevé que pasen años hasta que se construya el nuevo polideportivo”, comenta Pedro, miembro de la Asociación de Vecinos de Centro y La Latina (AVECLA), que, junto a las asociaciones de La Corrala y la Federación de Asociaciones de Vecinos de Madrid (FRAVM) se encarga de la gestión de las actividades culturales y deportivas del solar. Los colectivos Zuloark y Basurama de arquitectura han construido gradas de madera donde la gente se sienta para asistir a conciertos, obras de teatro y proyecciones cinematográficas. El Colectivo de Cantautores y Músicos se encarga de reavivar la cartelera cultural del escenario. Para participar solo hay que presentar un proyecto y pedir la llave del solar.

Un espacio alternativo diferente

La principal diferencia entre el Campo de la Cebada y otros espacios autogestionados, como La Tabacalera (Glorieta de Embajadores), a quien algunos vecinos consideran “controlada por antisistemas”, o Casablanca (Calle Santa Isabel), el centro clausurado por la policía el 19 de septiembre, radica en el volumen de afluencia de los vecinos. Mientras que en los dos centros mencionados, la mayoría de los asistentes son jóvenes de perfil alternativo y callejero, en el Campo de la Cebada acude gente de todo tipo, familias, abuelos y niños. “Yo no me meto en sitios ocupas como La Tabacalera porque están oscuros y llenos de humo de porros”, comenta María Eugenia, de 65 años, que pasea por el solar junto a sus nietos. “No es para tanto”, le contradice Alberto, “mucha gente habla mal de esos espacios y ni siquiera han entrado. La única diferencia es que esto está al aire libre”.

Sea como sea, presencia de los vecinos y los viandantes en este solar es constante. El uno de noviembre de 2011 unas 1.000 personas acudieron al estreno de la obra Don Juan Tenorio dirigida por Cesar Barló. Más de 600 tuvieron que quedarse fuera. “Al principio a la gente mayor le costaba muchísimo venir, pero poco a poco fue entrando porque que se estaba bien a gusto y ahora no hay quien los saque”, cuenta Esteban, vecino de Lavapiés que colabora en los proyectos y en las asambleas del solar. “Cuando tienes que entrar en un sitio cerrado con paredes oscuras, la gente se acojona, pero aquí todo es amplio y les da más confianza”, añade.

Hay otra diferencia: en el Campo de la Cebada los vecinos cuentan con el permiso y la colaboración del Ayuntamiento, que incluso colabora cuando hay problemas con la electricidad. “Al menos no nos echan a patadas como en Casablanca. Pero al ser un espacio abierto tenemos el inconveniente del clima. Cuando llega el invierno te pelas”, comenta el cómico Pedro Herrera. “Yo siento que esto es un ambiente mucho más abierto que en la Tabacalera o en Casablanca, solo hemos pedido permiso y la asociación de vecinos nos ha dado la llave para ensayar”, comenta Alicia, del grupo de teatro Colectivo Clown que prepara la obra Cabaret Cómico.

Mientras los actores ensayan, dos niños patinan por la pista de baloncesto, otros tres jóvenes conversan sentados en la grada del cine, y cuatro más dibujan un cartel del movimiento 25S rodea el congreso. “Aquí puede entrar cualquiera”, comenta uno de estos que prefiere no dar su nombre, “ahora estamos pintando esto, pero cuando vinieron los jóvenes papistas de la Jornada Mundial de la Juventud plantaron un Cristo de madera aquí y nadie les dijo nada”.

Todos son conscientes de que el proyecto es transitorio y que tarde o temprano llegaran las excavadoras para construir un nuevo mercado y un polideportivo. “Va a costar dejarlo”, cuenta Pedro Herrera, "no había visto nunca un espacio como este en el vecindario… Pero en fin, donde hay patrón no manda marinero”.

2 comments:

Isa said...

Qué buena historia Javi. Los espacios autogestionados están en mi lista de cosas para salvar al mundo. No porque sean una panacea sino porque, (y España lo debe saber muy bien con su historial de cultura colectiva y autogestión)al menos en México las condiciones económicas están llevando al caos y la violencia a muchas comunidades desprotegidas y sin alternativas culturales. Vamos que, el arte eleva al ser humano sí, pero no sin un lugar para que el ser humano se apropie de éste y tenga oportunidad de experimentarlo. Un abrazo grande, sigue que te sigo los pasos.

Javi Molina said...

Gracias Isa. Creo que te encantaría el ambiente que hay en este tipo de sitios en Madrid. ;) Un abrazo!